El Precioso Fruto del Bien

Hemos de recordar que el árbol del Paraiso era para el conocimiento del bien y del mal. !Ya vale de darle a la manzana, y probemos de una vez el fruto del bien que nos trae la felicidad duradera!

La nueva Eva, que nos viene a recordar donde se encuentra este precioso fruto, es la Santísima Virgen que en Garabandal nos insiste dulcemente en el simple detalle de nuestra salvación. !Qué sencillo! un fruto que es el mismo Jesús, El lo es todo; Creador, Redentor, Juez, Fruto de nuestra salvación, Amigo fiel incomparable, Rey del Universo.

Si en el Génesis, Satanás, padre del mal, nos ofrecía el pecado su inmundo fruto, desde el nacimiento del Salvador es Dios Padre quien nos ofrece incansablemente a Su Hijo. En ambos casos, es Eva la mediadora, procede y es Madre del hombre, come y ofrece del fruto, y el hombre, al menos en el Génesis, se fía de ella.

En esta época de la historia en la que se suceden de forma alarmante las apariciones de la Virgen, muchos son los que cuando oyen hablar de ellas instalan en sus rostros un rictus de ironía y desprecio, lo cual, en general, dificulta la acción evangelizadora, que queda restringida al pequeño número de los que, o son mmuy osados, o nada tienen que perder.

Ya nada diferencia, tanta misericordia de Dios, de las noticias espantosas que se suceden en los telediarios. Es una motita de color en el untuoso lienzo de la actualidad informativa. Catástrofes espeluznantes, asesinatos incomprensibles. Todo nos deja frios. El hombre está inmunizado, robotizado. Estamos acostumbrados a ver asombrosos efectos especiales en las películas, para que nos vengan con milagritos. Pero eso no es lo importante.

Lo importante es, lo que podríamos ser si creyesemos. Parece una perogrullada decir que si todos fuesemos buenos no habría problemas en el mundo; y lo malo es que es cierto. Los milagros son lo de menos. Dios, todo lo puede hacer.

Por no creer, no somos lo que podríamos ser, o no creemos que sea posible. Es una utopía, pensamos. Advicamos, retiramos el escudo infranqueable que Dios nos dió, el don de nuestra libertad, para que venga el inmundo leñador a pasarlo bien astillando el tronco. No estamos sólos. La meta inancanzable, el verdadero milagro que Dios quiere hacer, está en potencia escrito en nosotros.

?Cómo se desarrollan las potencias del ser? Cualquiera lo sabe: con amor. Lo mismo que el odio destruye la potencialidad y limita la libertad, el amor la expande y anima a conseguir lo imposible. Es conocida la frase: detrás de cada hombre importante, hay una una mujer admirable; que le da amor, se supone. Y detrás de ese loco del mundo, de hoy y de siempre, que es cada cristiano comprometido, ?Quién está?


volver