El Misterio de la Eucaristía

El pino, son cuatro letras y cuatro partes, como cuatro son las sílabas de Garabandal y como son cuatro los puntos cardinales, que enraizan en la tierra donde habita el hombre y apuntan, como una flecha de la naturaleza, hacia el cielo donde reina Dios. ?A qué nos invita el pino, ese hueped navideño que nos resulta tan familiar?

El mensaje de Garabandal nos lo dice claro: tenemos a Jesús en Cuerpo y Alma, en Sangre y Divinidad, esperándonos pacientemente, a cada uno de nosotros, incluso al más miserable, con un amor incomprensible para nuestro enano corazón, un amor desmesurado e incognito, encerrado en cada Sagrario del mundo; sólo.

?Qué nos está pidiendo el mismo Dios?, verdaderamente nada más humano que hacerle un poco de compañía. Jesús Crucificado nos suplica como un mendigo por nuestro cariño, siente una insoportable y agónica sed de nuestras almas. Cualquiera ha tenido la experiencia de la sed. ?No le daremos un sorbito de lo que quiere a nuestro Redentor?

Deacuerdo, pongamos los pies en la tierra, mucho increyente aurdirá: !Venga ya!, si Dios existe, se va a hacer un pedazo de pan y a encerrar en un Sagrario y encima aguantar que nadie le visite y hasta ser objeto de vejación. Eso es increible. El cristiano, consternado, comprenderá que verdaderamente es increible, y que a Dios no hay quien Le entienda. Es infinita, también, su humildad.

Pero, ?qué haremos?, ?no nos quedará al menos el gusanillo?: ?no estará en verdad ahí?. !No seamos incredulos, y por lo increible que parezca no creamos! ?Acaso no puede hacer Dios, tanto lo increible como lo creible? Y si fuera verdad, ?no sería la prueba desmesurada de un amor indescriptible que podemos despreciar en un acto de vulgaridad sólo comparable en la misma proporción, por la absurda barrera impuesta a un Dios de lo que es creible o increible para nosotros? Hay, pues, que aceptarlo, es el problema que surge al hacerse amigo de Dios; empezar a creer lo que parece increible.

Además, !menudo riesgo el que sufrimos por probar!, y es que seguro que el cristiano que se acerca ante un Sagrario para hacer compañía al Rey de la Gloría, aunque sólo sean cinco minutos, y decir las usuales simplezas; "pues bueno, aquí estoy", ése, acaba dándose cuenta de Su presencia. No voy a convencer con palabras. !Quién mejor que El, desde Su oculto y sagrado trono!

Puede ser, no digo que no, que el problema venga luego cuando uno empiece, tal y como se va disipando la niebla, a intuir la verdad que siempre había estado allí escondida, y comprenda que él y el mundo han estado desaprovechando el tiempo, distantes de la única y auténtica realidad del ser que existe. Dios nos deja hacer, permite que Le negemos, pero existe. No nos pase como al gusano que sabe del mar, cuando ya está ensartado al anzuelo. El chasco puede producirse tarde o temprano. La cara dque se nos puede quedar ha de evitarse.

Vayamos, pues, todos frente al Sagrario, y poco a poco, de cinco en cinco minutos, finalmente conozcamos a nuestro Redentor, y acabemos diciendo llenos de felicidad y convencimiento: "Viva Jesús Sacramentado, viva y de todos sea amado".

volver